Amigos Antagónicos

Microcuento light #2114

Posted in Mi transpiración... by neztha on May 21, 2011

Todo fue culpa de tu vestido.

Luego fue culpa de los tragos de más.

Luego fue culpa de ese bar de más, de esa esquina oscura, y del atrevimiento a bailar.

Más que bailar nos repartimos caricias; tus manos me guiaban. Yo obviamente disfrutaba.

Y así amanecimos, en el cuarto equivocado, sin saber que había pasado.

La culpa es ajena, cuando la noche es buena.

Todo fue culpa de tu vestido.

Microcuento light #6129

Posted in Mi transpiración... by neztha on May 17, 2011

No me voy a quedar antojado de tu espalda.

Menos de tu nariz.

A tu espalda la quiero para sentir sus músculos retorciéndose de placer.

Tu nariz para sentir la respiración agitada, descontrolada y falta de ritmo de minutos y horas sumadas de más placer.

Al final, si es que hay final, cubriré tu cuerpo con una sábana, como quien tapa una herida, o el Sol con un dedo, solo para verte de nuevo inalcanzable, y nazca de nuevo el deseo…

El departamento…

Posted in Inspiración de otras partes... by neztha on agosto 26, 2010

Era la tercera vez que salían, la química era indudable. La llevó a su casa. «¿Quieres pasar?» le dijo esbozando media sonrisa. «Sí» le dijo con la otra mitad de la sonrisa. La tensión sexual se podía percibir a kilómetros de distancia. Subieron tres pisos hasta la puerta del departamento. Mientras la abría, ella le dio la espalda. Él se acercó a olerle el cuello. No pudo seguir girando la llave para abrir la puerta de lo rápido que reaccionó su piel. Cerró los ojos. Siguió abriendo. Cuando abrió la puerta ella dijo «Pásale, bienvenido a mi…» La paró en seco con un beso, el beso perfecto: apasionado, no muy lento, no muy rápido, no muy atascado. Ese tipo de besos que sabes que te va a llevar al mejor orgasmo.

Caminaron hacia el sillón mientras se seguían besando. Ella lo hacía de espaldas, él la guiaba caminando hacia el frente. La acostó lentamente sin dejar de besarla. Ella empezó a acercar su pelvis hacia él. Él le seguía el movimiento. El baile perfecto.

Las manos de un hombre que se saben mover en el cuerpo de una mujer son como pinceles en un lienzo.

La besó en el cuello, bajó lentamente, le quitó la camisa, pasaba la boca por el brassier negro que mas que estorbarle, lo prendía. Llegó hasta el botón de los jeans. Los abrió lentamente y se los quitó con cuidado experto. Su tanga combinaba perfecto con su brassier. Pequeña, invisible. Ella se quitó la tanga. Él, con la boca sumergida en su sexo, la llevo a seguir moviendo la pelvis, dejándose llevar por el placer que sentía. La tocó, metió dos dedos en lo más profundo. Ella gemía.

Se levantó para arrancarle la camisa al hombre que imaginaba ya dentro de ella. Le arrancó la camisa con desesperación mientras él se desabrochaba los pantalones. Ahora ya, los dos desnudos. El se sentó en el sillón. Ella con un movimiento que descubría su ritmo y flexibilidad, se sentó arriba de él, viéndolo de frente, abrazándolo con las piernas.

Después ese momento, el momento en el que por primera vez él entra en ella y ella suspira y se deja penetrar. Un leve gemido. Le pone los brazos alrededor del cuello. Lo besa. Le agarra la cara. Se mueve. Mueve la pelvis al ritmo de la música que están oyendo. Él le pasa las manos por la espalda, la acaricia, la besa. Agarra sus senos, los muerde.

Sus olores, su sudor, todo se combina en constante perfección.

Él la abraza de la cintura y sin salirse de su cuerpo, la carga y la acuesta en el sillón. La sigue besando. Ella le pasa las manos entre el pelo, le agarra la cara. Él, moviéndose cada vez más rápido, cada vez más profundo, la sigue penetrando. Ella echa la cabeza hacia atrás, abre la boca queriendo gritar de placer.

La vuelve a cargar, están parados uno frente al otro. La recarga contra la pared. Ella sube una pierna hasta llegarle a la cintura, él le agarra la pierna mientras la penetra. Se mueven, juntos, perfecto. Se besan. Élla lo empuja otra vez al sillón. Le besa el pecho y va bajando, le besa el sexo, lo lame y vuelve a subir. Él le agarra la cara y la vuelve a acostar lentamente en el sillón. Se mete en ella, gimen.

Ella empieza a sentir el cuerpo caliente. Se sonroja. Le acerca la boca al oído, «Me voy a venir», él no para de moverse, empieza a respirar más fuerte. Ella se empieza a venir, grita, él también se viene. Perfecta sincronía. La besa. Lo besa. Sudan, respiran. Se abrazan.

La imaginación se ha perdido con la existencia de la pornografía inmediata. La pornografía está tan a la mano, que ya aburre. Ayuda, sí, pero aburre. Su objetivo es el orgasmo rápido, quitarse la necesidad física de eyacular. La mente necesita regresar al estímulo del erotismo literario. Si la mente vuela, con ella vuela el cuerpo. El erotismo es un arte perdido entre imágenes vulgares. La pornografía no va a desaparecer, y el objetivo no es que eso pase. El objetivo es estimular la mente de muchas maneras y rescatar la capacidad que tiene para prenderse con palabras y no con imágenes ajenas.

publicado originalmente en el blog @Es_asi
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El techo…

Posted in Mi transpiración... by neztha on agosto 22, 2010

El despiadado abusador de corazones se levantó esa tarde desorientado… solo recordaba una llamada el lunes y tres decisiones seguidas de no dormir… le contrariaba el hecho de haberlo hecho (dormir) la cuarta noche, y las razones por las que despertaba de nuevo en su cama.

Se levantó con su pinta de tres días, mal afeitado y con aliento a 75 vasos, 32 botellas y un par de cartones… además de toda la nicotina y aditivos propios de 3 días perdidos en medio del circo mágico de la aberración…

Se miró al espejo y no sabía si iba o venía…

Se dispuso a refrescarse y salir a buscar respuestas; no duró mucho en lo de refrescarse, pero al estar listo, descubrió que se le habían agotado las máscaras en su ropero.

No sabía que hacer.

Su instinto siempre le avisaba el instante de ir por más, pero después de tres días perdido, no sabía en que oportunidad había usado su último disfraz para ojos que no quieren ver…

Tenía dos opciones: esperarse a la noche, dónde casi nadie ponía atención a los rostros, o salir, por fin sin máscaras a las aceras del mundo. Esta última opción lo asustaba demasiado. No recordaba como era la mueca que se hacía para sonreír, sus ojos casi no brillaban y no confiaba en las miradas directas con la gente. Intentó cubrirse su cara con algún tapete o funda, pero no lograba el mismo efecto… pensó hasta en una bolsa, iluso hasta de crear una nueva moda entre las aceras de la cual después reírse cuando tuviera su inventario de máscaras para el mes de nuevo completo…

No pudo decidirse por lo que esperó a la noche, la hora en que un psicópata, se oculta mejor.

Mientras esperaba, no se asomó siquiera a la ventana, le dio la vuelta a todos los espejos y se dedicó a mirar su maltrecho techo… blanco de oficio pero más amarillo por años; lleno de historias, impregnado de unas 36 clases diferentes de humos, olores a comida rápida, orgasmos, dos explosiones caseras y una mancha de humedad de dudosa preferencia… se preguntó que había sobre ese techo, que seguía a partir de ahí. Siempre se había sentido limitado por culpa de ese techo, de ese símbolo para muchos de protección pero tan confinador para el despiadado abusador de corazones. Se sentía aplastado, abusado, coartado por esa capa de concreto que lo separaba de lo que había más arriba, «más allá»…

Llegó la noche y quiso salir; miró por ultima vez su techo. Decidió pintarlo algún día, si volvía…

Salió al pasillo y llegó a las gradas; las miró largo rato, cuidando de que nadie viera su rostro sin máscaras. Observó su camino de siempre, el de ida y vuelta, las que lo llevaban abajo… y luego descubrió, como cuando un niño encuentra su juguete perdido, las que lo llevaban arriba, las que nunca había pisado, la que generaba preguntas sin respuesta. Ahí, sin máscaras, decidió ir un paso más allá, y las subió…

Al llegar al pasillo de arriba, se encontró un pasillo igual al de abajo, pero más iluminado, más limpio, con más color… recorrió las primeras puertas y se paró justo al frente de la puerta sobre su techo. Vio el mismo número de su cuarto, la misma puerta pero como todo en el pasillo, con más vida, más color… Pensó en abrir la puerta, pero ¿cómo?; metió su mano a su bolsa izquierda y sintió su llave, la sacó y miró su número, lo comparó detenidamente con el número pegado en la puerta… -debería de funcionar en un mundo tan predecible… pensó.

Tomó su llave, y la acercó al cerrojo de la puerta… justo a milímetros la puerta se abrió…

Salió de ella un viejo de barbas blancas, con los ojos rojos y traje verde… «tu nueva puerta está lista, pero ésta es tu nueva llave» dijo como si se conocieran desde hacía mucho tiempo…

Te dejé tres regalos sobre tu cama, pero solo puedes usar uno, tal como lo acordamos ayer…

El despiadado abusador de corazones no entendía nada… entró por su nueva puerta y encontró que por la luz que entraba de las ventanas, de nuevo era de día… era el mismo apartamento que tenía abajo, pero de nuevo, lleno de vida; miró hacia el techo y no lo distinguió; pudo ver incluso el vuelo de las 10 de la mañana que salía a la ciudad de pobres corazones.

Caminó hasta a su cuarto y encontró los tres regalos: un cofre con las máscaras para el mes, una soga, y un espejo sin reflejo… el viejo del traje verde y los ojos rojos se acercó para despedirse y le dijo «de los tres, ya conoces muy bien los dos primeros», -y para qué me sirve un espejo sin reflejo- reclamó el abusador… «si miras bien, encontrarás tu reflejo»…

El abusador no sabía que hacer; recordaba su mal día con la cuerda, sabía que las máscaras se le acabarían, pero el espejo… el espejo… para que un espejo… nunca se quiso mirar porque para eso estaba la gente, para mirarlo y apreciar su apariencia desgarradora y juguetona a la vez… para qué necesitaba verse de nuevo?

Pasaron dos horas, volvió a ver a su techo y notó que el avión no se había movido de su posición en el cielo…

Se decidió por el espejo, y el viento empezó a soplar, miró el techo y el avión comenzó a avanzar, las nubes de nuevo a viajar con el viento…

Y se miró al espejo, sin reflejo… y miró, y miró, y miró………………..

El tiempo no para…

Posted in Mi transpiración... by neztha on agosto 9, 2010

Él siempre ha buscado como hacer sus días diferentes, más emocionantes…

Ella necesita estabilidad, rutinas y seguridad…

Para él la seguridad se crea a punta de confianza…

Ella no le tiene confianza…

Él quiere que lo respeten…

Ella ya decició que él es el que tiene que cambiar…

Él está dispuesto a renunciar a todo por ella…

Ella no lo quiere de nuevo deprimido a su lado… ella no quiere sentir la culpa de las frustraciones del otro…

Él está dispuesto a todo…

Ella le empacó sus cosas en bolsas de basura…

Él sigue esperando la mínima palabra para arreglar cualquier desarreglo…

Ella cree que él tiene varias caras…

Él quiere que le pregunten para responder su verdad…

Ella ya decidió cuales son sus verdades…

Él está aislado del mundo, sumando los años que le costará salir de este hueco…

Ella piensa que no la recuerda…

Él investiga acerca de los químicos de sus antidepresivos…

Ella se regala al mejor postor…

Él se decide acerca de la dosis…

Ella duerme sin saber…

Él sabe que quiere dormir… para siempre…

Tic, toc, tic, toc… el tiempo no para… la historia se acaba…

(alguna madrugada del 2008)

El inconforme permanente y su inseparable maldición…

Posted in Mi transpiración... by neztha on julio 1, 2010

Había una vez un inconforme permanente el cuál no dejaba que se le escribieran cuentos, relatos, poemas, similares y afines. Excepto obviamente, este que se le hizo si autorización alguna, pasando por alto los deseos extravagantes de su ser.

Lo único que quería leer a pesar de todo, era su esquela cuando muriera, lo cual le provocaba un conflicto de intereses, ya que para poder leerla, necesitaría estar vivo, por lo que esta esquela entonces no sería de su muerte… a no ser que la fingiera.

Para el inconforme permanente fingir nunca fue opción. Prefería ser odiado por su manera particular de odiarlo todo, antes que lo quisieran por sentimientos no sinceros. No entedía como algo tan sublime como un orgasmo podía ser fingido, como millones de normales fingían amor, preocupación y hasta culpa.

Pero además odiaba de si mismo su manera como fingía vivir.

Aislado, buscaba una respuesta para no fingir su muerte, pero poder leer su esquela con el siempre añorado «Descanse en Paz» ya muerto, pero a pesar de todo, no morir en el intento.

Su permanente inconformidad hoy se encontraba con su magnífica imposibilidad. Le apasionaba más este pequeño cabo suelto entre su vida y su muerte, que saber que iba a almorzar.

Sin soluciones, pasó tres medios días sin saber que hacer.

Los otros tres medios días se la pasó inconforme por su incapacidad de planeamiento, inconforme por no saber cómo leer después de muerto.

Una opción era quedar en la tierra como un fantasma, pero quedaría inconforme al no llegar como mínimo al mismo infierno. Además nada le garantizaba que podría con su hectoplasma de fantasma, poder manipular objetos como un periódico sin dañar sus hojas, o provocar un susto en los transeuntes del puesto de periódicos de la Calle Algarabía, ya que lo pondría inconforme haber causado un pánico colectivo solo por satisfacer su extravagancia.

Y así siguió el inconforme permanente durante un par de siglos hasta que se aburrió, y aburrido de ser inconforme se dedicó a vivir inconformemente sin fingir que vivía y sabiendo que no iba a fingir su muerte para no ser un fingidor inconforme, y quedarse siempre como inconforme permanente gozando y sufriendo todos los días de su inseparable maldición…

Por lo menos en esto, si estaba de acuerdo…

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Que no nos separe la cebolla…

Posted in Mi transpiración... by neztha on junio 30, 2010

Este se supone que es un cuento tradicional, pero como todos los míos, no tiene moraleja… Así que empezemos como Walt Disney manda…

Érase una vez, en un mundo no muy diferente a este, un par de seres topados, conocidos y encontrados por accidente. De esos accidentes universales, cargados de emoción y casualidades, que desembocan en deseos tardíos y muchas veces en resignación apática; pero, muy pocas veces, como esta vez, en este par de seres aficionados a creer en lo prohibido e imposible, suceden cosas… y muy buenas cosas. Bueno por lo menos por un rato, o mientras dure.

Pues las cosas empezaron a suceder. Sus palomas mensajeras volaban todos los días de ventana a ventana, de puerta a puerta, de acera a acera, contándose y haciéndose parte de sus vidas, alegrías y malos momentos… inventando cómo a estos, hacerlos buenos, y si no había manera de hacerlos buenos, pues dejándolos de lado un rato e inventándose un mundo imaginario donde lo imposible era realidad y toda probabilidad era verdad absoluta; cabe recordar que era un mundo con muy pocas metáforas y ni una sola hipótesis, pero a no ser que ustedes lectores practiquen la antropología, estas últimas lineas no aportan casi nada.

¿Y qué tiene que ver el título de la cebolla hasta este momento? – preguntará el más curioso o curiosa de ustedes niños lectores. Por ahora tengan paciencia y concéntrense en las palomas.

Las palomas empezaron transportando palabras más, palabras menos, luego notas musicales sobre papel, pero llegó el momento, en que nada de esto bastaba… se enviaban mensajes que llegaban vacíos, porque las emociones muchas veces es imposible escribirlas, plasmarlas o reflejarlas sobre un insípido papel, o los mensajes eran tan pesados que se necesitaba más una cigueña mensajera que una paloma, y las cigueñas por convención de los cuenta cuentos son las que entregan niños, y a esta historia de estos dos, por ahora no le hacen falta niños.

Cuando las palabras no bastaban, las palomas cesaron sus viajes; los dos seres sabían que el próximo paso era comunicarse de frente y ver que pasaba…

Y pasó…

Las palabras fueron pocas, las sensaciones muchas; una mirada y ya sabían que hablaban. Muchas miradas y caricias tenían las palabras que muchas veces se habían leído.

Las palabras al aire se sustituyeron luego por el lenguaje de la piel, ese idioma raro que muy pocos dominan y muchos intentan disfrutar… esa piel los mantuvo despiertos, los dormía para luego despertarlos de nuevo con el mínimo roce, al mínimo contacto… la piel fue palabra y verbo, impregnándose por una mañana, una tarde, una noche, días y semanas entre los dos seres, hasta el momento mágico, dónde todo queda en silencio y dejaron de ser dos… Ese silencio inexplicable, cargado de éxtasis, hormonas y sensaciones súbitas y aleatorias; si nunca han sentido ese silencio niños, dejen de leer y salgan a buscarlo, porque hasta acá este cuento es donde vale la pena…

A la mañana siguiente, uno de los dos seres preparaba el desayuno mientras el otro despertaba en la cama… un olor fuerte llegó hasta este último, olor que le repugnaba y aborrecía; fue cuando inmediatamente pensó: «todo tan perfecto y ahora esto; ojalá que no nos separe la cebolla…»; el inconforme permanente y su inseparable maldición…

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La Calavera…

Posted in Mi transpiración... by neztha on junio 15, 2010

Estaba sentado en alguna parte de este mundo (que no es tan grande) tomándome una cerveza, cuando de pronto apareció una Calavera, se sentó a mi lado y me contó su historia:

“Yo era normal, pero no sabía que hacer.

Pasé mi vida haciendo de todo pero todo lo hacía mal.

Un día me hicieron una oferta y no me pude contener para aceptarla; no había nada mejor que hacer.

La noche antes del primer día de mi nuevo trabajo, salí a despejarme un poco; tomé y me drogué como nunca. Talvez piense que soy una irresponsable, pero no: yo era normal, pero no sabía que hacer.

Además en mi nuevo trabajo no precisaba llegar sobria, nada más ocupaba poner mi cuerpo y seguir instrucciones; así que me enfiesté, más por miedo que por alegría.

Al otro día desperté aturdida y empecé a acomodar mi cabeza. Mi trabajo empezaba tarde, casi en la noche, eso si, no podía ser impuntual.

Cuando llegó la hora salí de mi casa y llegué a tiempo; aún así no me sentía muy segura, así que me di coraje con droga. No puedo negar que estaba nerviosa.

Me empecé a familiarizar con el espacio; cuando los sentidos se alteran todo se ve más amplio, los movimientos son más lentos.

Y me llegó la hora de actuar.

Cumplí mis instrucciones, capté las señales a las que tenía que prestar atención, fui la marioneta que querían que fuera… una carnada; entonces el brazo de una diosa me tomó por el cuello y pegó a mi cabeza el frío acero que me condenaría luego.

A partir de ese momento todo empezó a pasar lento. Las personas a mi alrededor dejaron de verme igual. A partir de ese momento ya no había marcha atrás; en ese momento me convertí en Calavera.

En medio de todo aquel ruido yo era aparte de espectadora, partícipe de todo un fiasco. Puede usted preguntarse ¿Cuál era mi trabajo?, pues ese, usar mi cuerpo como escudo, como trinchera, como artefacto de defensa y ataque.

Yo era normal, pero no sabía que hacer.

En las instrucciones todo acabaría rápido, en la realidad no fue así.

Todo parecía acabar cuando caminaba hacia atrás sintiendo el frío acero en mi cabeza y el cuerpo de la diosa en mi espalda, pero algo salió mal; uno nunca se fija en los detalles cuando todo va saliendo bien. El destino atravesó un obstáculo cínico entre el delito y la libertad, y cambió todos los papeles.

El frío acero ya no estaba en mi cabeza pero estaba aun más asustada.

No me quedó nada más que hacerme la víctima.

El ser humano se pasa la vida cometiendo errores, y cuando tienen todo en sus manos cometen los peores.

El obstáculo se sintió invencible, y en lugar de dejarse el frío acero en sus manos, lo entregó a las mías.

Yo era normal, pero no sabía que hacer.

Y ahí me vi, como todos los normales que no saben qué hacer, con el frío acero en las manos, con mis sentidos alterados, y como dueña de lo que pasaba.

En ese momento ya era Calavera, y no había marcha atrás.

Yo, con el frío acero en mi mano, quise salir, pero el obstáculo del destino me intentó hacer entender por la fuerza, y una bala perdida se convirtió en mi castigo.

Yo era normal, pero no sabía que hacer.

Cuando desperté estaba en una silla de ruedas pidiendo limosna en esta vida.

Esa fue mi prisión. Ya no era más Calavera, porque no podía andar. A partir de ese día fui victima pero de mis propios actos.

A la diosa nunca la volví a ver, ahora solo existe en mi cabeza, y a veces me habla en las noches de locura.

Yo, esclavizado a mi silla, amarrado a mi vida, me rehusé a seguir así, y un buen día –todavía no sé para quién- me lancé al vacío, donde los gusanos comieron mi carne y dejaron mis huesos.

Yo era normal, pero no sabía que hacer.”

En ese instante parpadeé, y al abrir los ojos, La Calavera había desaparecido y mi cerveza estaba vacía. Pagué la cuenta y salí del bar.

Cuando estaba en la acera escuché un disparo, y tres segundos después, la Calavera gritó.

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Ella baila sola…

Posted in Mi transpiración... by neztha on junio 14, 2010

Son las ocho, nueve o diez… desde hace horas, el detalle del tiempo es innecesario… tus relieves me despiertan, y hoy puedo asegurar que es mentira que al amanecer te ves mal. Me prometo recordarlo luego.

Ayer fue una de esas noches en las cuales con resignación, esperas la disolución de lo que pudo haber sido, pero te encuentras con la sorpresa de que aveces las ganas pueden más que la razón. Que todas las palabras, los hechos y la moral, se hacen a un lado y dejan ser, hacer y sentir. Fue una noche que aún vive en mis manos y recuerdan mis labios, que se fueron de paseo y permitieron que el mundo continuara en medio de sumas de placer…

Bastó ponernos de acuerdo en frenar, para acelerar. Para consumir la noche en un sillón desentendiendo del mundo alrededor.

Fue tu decisión estar ahí, parar el tiempo, bailar sola. Fue tu decisión no dormir, frenar, acelerar, abrazar, acariciar… verte linda, llegar al punto de que no había vuelta atrás.

Fuimos la cura para todo mal. Amanecimos en medio de trances, de nudos y desenredos, en un lugar no muy cómodo transformado en una especie de altar…

Y así me quedé, mirándote, hasta que pensé la primera linea de esta historia.

Abriste los ojos… «porque no dormís?» – me dijiste.

«Sabés que es mentira que te ves fea sin maquillaje y después de habernos ido de fiesta?» – respondí… «Te estoy cuidando»…

Un beso, un abrazo, y a soñar…

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