Amigos Antagónicos

Vive…

Posted in Sin categoría by neztha on enero 22, 2011

Ya perdoné errores casi imperdonables.
Trate de sustituir personas insustituibles,
de olvidar personas inolvidables.
Ya hice cosas por impulso.
Ya me decepcioné con algunas personas,
mas también yo decepcioné a alguien.
Ya abracé para proteger.
Ya me reí cuando no podía.
Ya hice amigos eternos.
Ya amé y fui amado pero también fui rechazado.
Ya fui amado y no supe amar.
Ya grité y salté de felicidad.
Ya viví de amor e hice juramentos eternos,
pero también los he roto y muchos.
Ya lloré escuchando música y viendo fotos.
Ya llamé sólo para escuchar una voz.
Ya me enamoré por una sonrisa.
Ya pensé que iba a morir de tanta nostalgia y…
Tuve miedo de perder a alguien especial
y termine perdiéndolo
¡¡pero sobreviví!!
¡¡Y todavía vivo!!
No paso por la vida.
Y tú tampoco deberías sólo pasar …
¡¡¡VIVE!!!
Bueno es ir a la lucha con determinación
abrazar la vida y vivir con pasión.
Perder con clase y vencer con osadía,
por que el mundo pertenece a quien se atreve
y la vida es mucho más para ser insignificante.

Memento mori…

Posted in Sin categoría by neztha on enero 7, 2011

Alguien debería decirnos desde el principio de nuestras vidas que nos estamos muriendo. Entonces, tal vez, viviríamos al límite cada minuto de cada día. Hágalo digo yo. Cualquier cosa que quieran hacer, háganla ahora. Hay sólo algunas mañanas.

-Michael Landon

Memento mori es una expresión latina que significa “recuerda tu mortalidad”, o “recuerda que eres mortal”. Estas palabras han dado nombre a un tipo de arte destinado a recordar a la gente su condición finita.

En la antigua Roma,  en los desfiles celebrando la victoria, había un esclavo junto al general victorioso que le susurraba al oído continuamente esas palabras.  Aunque es posible que se usaran estas otras: “Respice post te! Hominem te memento!” “Mira tras de ti, recuerda  que eres un hombre”. Esta frase servía  de antídoto contra la soberbia y la euforia que distorsiona el juicio en los momentos de éxtasis.

En otro sentido, aunque no tan diferente, Montaigne hablaba de que debíamos vivir con una ventana abierta a un cementerio, y Proust nos advertía que no necesitábamos un cataclismo o una desgracia para empezar a valorar la vida cotidiana, que nos embota la sensibilidad, sino que nos bastaba con recordar que somos humanos y que esta misma noche puede llegarnos la muerte.

El profesor Keating, en una de las escenas más famosas de El club de los poetas muertos, nos sugiere  algo parecido y usa la expresión también latina Carpe diem, “Aprovecha el día”, el reverso o consecuencia práctica  de Memento mori.

Quisiera que se acercaran aquí y examinaran estas caras del pasado. Las han visto al pasar, pero no se han parado a mirarlas. No son muy distintos de ustedes ¿verdad? El mismo corte de pelo… repletos de hormonas, igual que ustedes. Invencibles, como ustedes se sienten… todo les va viento en popa, se creen destinados a grandes cosas… como muchos de ustedes… ¿creen que quizá esperaron hasta que ya fue tarde para hacer de su vida un mínimo de lo que eran capaces?

Porque estos muchachos están ahora criando malvas ¿comprenden señores? Pero si escuchan con atención podrán oír cómo les susurran su legado. Acérquense, escuchen… caaaarpe, caaarpee diem; aprovechen el momento, chicos, hagan que su vida sea extraordinaria.

El Carpe diem no tiene un enfoque simplemente hedonista sino que supone la constatación de la fugacidad de las cosas y la exhortación a  hacer algo significativo con el tiempo del que disponemos.

Economía y poesía del instante

Desde un punto de vista económico, lo finito de nuestras vidas convierte a cada uno de nuestros días en un bien escaso, y todo lo escaso se vuelve siempre más valioso. Aunque sólo fuera por esta fría constatación, deberíamos tener más cuidado con la manera en que empleamos nuestra energía. Esta certeza debería animarnos aún más a emplear la regla de 20% esfuerzo/80% resultados, enfocar nuestros esfuerzos mejor y dedicar nuestra existencia a actividades más significativas. Tengo la sensación de que lo olvidamos y  vivimos como si fuéramos a vivir siempre, y por tanto no nos preocupa el derroche del tiempo.

Los poetas son también distintos:  pueden apreciar algo, por minúsculo o insignificante que parezca, y consiguen capturar  el instante y librarlo de la grisura y la indiferencia. El haiku, ese genéro poético japonés de tema generalmente naturalista,  intenta recoger esos momentos mínimos de la vida y elevarlos en la conciencia:

Un lago tranquilo

se zambulle una rana

el canto del agua.

-Matsuo Basho

Sin embargo, los que no somos economistas ni poetas necesitamos perder las cosas para  valorarlas, o sentir la inminencia de la pérdida. Todavía no he conocido a nadie que tras la constatación intelectual de su finitud viva el día “como si ese fuera el último día de su vida”, tal y como nos recomiendan los autores de auto-ayuda. A nadie le impresiona mucho esa frase tan rimbombante, y eso teniendo en cuenta que si la repetimos todos los días y vivimos de acuerdo a ella un día finalmente tendremos razón. La escuchamos, la comprendemos y seguimos con nuestros asuntos habituales actuando de la manera habitual.

Sentimientos agridulces

Los psicólogos de las emociones hablan del sentimiento agridulce, bittersweetness,  del estar disfrutando algo y ser consciente al mismo tiempo -con  un cierto toque de tristeza o melancolía- de que acabará. Esto se aplica  a los acontecimientos que ocurren una sola vez en la vida ( matrimonio, primer beso), podrían no volver a ocurrir (ascenso laboral, premio deportivo)  o tardarán mucho en volver a ocurrir (eclipse, vacaciones).

En ellos, el fenómeno de habituación o adaptación hedónica no se produce, o es más moderado, y dado lo singular de la experiencia somos más conscientes de su próximo término y  podemos saborearla más. Claro está que hay que procurar que  lo agri-  de la conciencia del fin no supere a lo -dulce de la experiencia.

Podemos usar estratégicamente esta sensación de temporalidad y fugacidad de las cosas como una manera de  intensificar el instante que estamos viviendo. Y podríamos hacerlo todos los días abriendo metafóricamente una ventana al cementerio. La antigua costumbre de bendecir los alimentos que vamos a comer puede ser una reminiscencia de los tiempos en que la comida en la mesa no estaba asegurada todos los días y la bendición  era una manera de realzar el momento. Quizá sería bueno crear algún ritual personal que nos permitiera lo mismo.

En definitiva, se trata de no dar las cosas por sentadas, incluso aquellas a las que estamos acostumbrados, y valorar  los instantes en su individualidad. También es una actitud minimalista y esperanzadora el darse cuenta de que casi  cualquier cosa que nos pase o hagamos es única en sí misma y puede ser apreciada.

Me propongo morir joven… lo más tarde posible.

-Homo Minimus